Seguramente uno de los carnavales que aún mantiene la esencia pagana de lo que fueron en origen hace más de 5000 años. El de Cádiz se divide en dos partes principales, una conformada por un concurso oficial de agrupaciones carnavalescas con cuatro formatos diferentes: chirigota, coro, comparsa y cuarteto, finalizando con un carrusel por toda la ciudad; y al final de este otro más auténtico y popular que se desarrolla en la calle y en el que participan decenas  de grupos llamados ‘ilegales’ por estar fuera del concurso oficial. Este último, en mi opinión, debe ser  una de las pocas actividades  que aún se hacen por amor al arte. En cualquier caso y a pesar de que según los entendidos la fiesta en la calle ha degenerado bastante, la energía, los colores, la originalidad de los disfraces, la crítica política y social, y sobre todo el buen humor, hacen que el carnaval de Cádiz sea una cita con el ‘buen rollo’ y la ‘buena vibra’ que vale la pena repetir algún que otro febrero.

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